(Por Catalina Diaz)
Todo lo que se decía debía de tener un
significado más profundo. Todo lo que se hacía y se pensaba habría de tener un
objetivo más allá de lo que se pensara o que se hiciera.
En esto pensaba un anciano, sentado casi
al extremo de un banquito de una plaza, mientras les daba de comer a las
palomas.
De acuerdo del día que fuese, se turnaba
para darles distintos tipos de alimento: a veces migas de pan; otras, migas de
queque, y una vez llegó incluso a darles migas de kuchen. Pero no las tocaron
si quiera, porque era lógico: estas palomas no eran alemanas.
Seguía así siendo parte de esta rutina,
cuando una mañana, se percató de que quizás había algo extraño en la lata vacía
de done sacaba las migas para aventárselas a las palomas. Escudriñando un poco
por el objeto, y llegando al fondo, descubrió que había una luminosidad
peculiar. Quizás siempre había estado allí, solo que nunca antes se había
fijado en ella.
Luego de mirarla con curiosidad por un
tiempo, simplemente la tocó.
Un segundo después se encontró mirando
el banquito desde abajo, intentando subir sin resultado. Ahora era una paloma.
_Te digo que es verdad.
_ ¿La paloma, en serio?
No pasó mucho tiempo hasta que el
anciano en su nueva forma causara sensación. Varios se reunían en torno al ave:
la única paloma que leía el diario. Y en un banquito del parque concentraba un
círculo de admiradores, que así también lo observaban bailar al ritmo de
canciones, dar indicaciones de tránsito, y por supuesto, fumar pipa.
Lejos de ser un espectáculo circense, el
ver a “La paloma”, como lo bautizaron en la ciudad, era un acto del más alto
nivel, que exigía cierta solemnidad.
Con el tiempo, el anciano se fue
adaptando a las necesidades de su cuerpo de ave, pero sin dejar las costumbres
de su espíritu humano. Así se las arreglaba para comer decentemente, leer
poesía, y vestirse (dentro de un
calcetín que usó como overol).
A medida que el número de admiradores
aumentaba, se acercaba el fin del periodo de gobierno del presidente en turno.
Fue una mañana de Diciembre cuando salió a luz la peculiar propuesta: “Vote
Paloma”.
Si bien al principio la idea tuvo varios
opositores, estos terminaron rindiéndose ante el encanto de tener este líder
nuevo, descontaminado de los ideales maliciosos de los anteriores gobernantes.
Por primera vez se llevó a cabo en el
país una votación unánime. La paloma no podría más que traer prosperidad,
altruismo, bondad.
Esa noche, el anciano compadeció a su
raza. Se dio cuenta que en el fondo, los humanos eran animales que habían
logrado separase del mundo animal, tan solo para anhelar volver a ser animales
otra vez.
El anciano se durmió tranquilo, sabiendo
que al menos él ya había cumplido ese objetivo.